Raperos guatemaltecos promueven el maya a través del hip-hop

Raperos mayas

Varios jóvenes músicos guatemaltecos se han propuesto la tarea de rescatar la historia, las costumbres y el idioma maya tz’utujil usando el ritmo pegajoso del hip-hop.

Los músicos se hacen llamar Balam Ajpu, que significa Jaguar Guerrero o Guerrero de Luz en varios idiomas mayas. Rapean en tz’utujil tratando de hacer el idioma más atractivo para los niños y jóvenes de sus comunidades y así transmitirles la cultura e historias mayas.

En marzo, los músicos debutarán con su álbum “Tributo a los 20 nawuales”, que coincide con el equinoccio de verano programado para el 20 de ese mes. Su música es un exótico hibrido entre Tz’utujil y español. El canto de los pájaros, los tonos de la marimba o el correr del agua del río se fusionan con las liricas dando un toque único a la música.

Tz’utu Baktun Kan o René Dionisio, M.C.H.E. o Yefry Pacheco, Dr. Nativo o Juan Martínez y Danilo Rodríguez integran el grupo e iniciaron el proyecto uniendo los sonidos y la cultura maya junto a la enseñanza de la cultura hip-hop a niños de sus comunidades en Quetzaltenango y San Marcos y San Pedro la Laguna, en Sololá, al oeste de la capital guatemalteca.

“Desde la invasión la cosmovisión fue perseguida y hasta casi extinguida, pero ahora vuelve a la vida, apoyándose en la música, sosteniéndose en el arte, nuestro compromiso como artistas es rescatar el arte antiguo a través de la música, la literatura, la escultura y la pintura, para crear y afirma nuestra identidad en el aspecto artístico desde las montañas de ‘Guatemaya”’, dice Dionisio. Esto es nuestro registro cultural del pasado hacia el futuro para las generaciones futuras. Jun Baktun la Era de la Luz”.

La producción lleva ya tres años en estudio. El sonido de flautas, tambores e instrumentos autóctonos van dando vida a melodías como Toj, que en la visión maya es el fuego, el pago sagrado. En esta canción también rinden tributo a los 22 departamentos de Guatemala, Quintana Roo, Chiapas y Yucatán, México y Belice donde se cree una vez tuvieron sus reinos los mayas.

La población indígena en Guatemala alcanza el 41 %, según datos oficiales. Sin embargo algunas organizaciones indígenas estiman que el porcentaje es más alto, alcanzado un 60 %. En el país se hablan 22 idiomas indígenas, un garífuna, un xinca y el español como idioma oficial.

En un país plagado de inseguridad, donde cada día alrededor de 14 personas mueren por violencia, los jóvenes artistas creen que su música puede enseñar a los más pequeños a vivir en respeto y armonía con los demás y con la naturaleza como lo hacían los mayas en la antigüedad.

“Nosotros lo que estamos tratando de hacer es sincronizarnos con el tiempo natural (el tiempo de los mayas)”, comenta Dionisio. “Ahora usamos un tiempo artificial mecánico (calendario gregoriano), por eso estamos: bien jodidos como sociedad”.

La inspiración de la letra de sus canciones tiene una peculiar historia pues la lírica les llegó a través de Venancio Morales, un joven sacerdote que en una ceremonia maya y en trance de oración, le dictó en tz*utuji a Dionisio.

El álbum contiene 20 canciones a los 20 nawuales existentes en la cultura maya. Los nawuales son considerados espíritus o el vínculo con lo sagrado, representados en animales y glifos (palabras o sílabas en maya).

Los sonidos que acompañan la música fueron grabados en los lugares donde se producen: los pájaros en el bosque o el fuego en una fogata, para llevarle realismo a la producción.

Para lograr su proyecto los músicos se valieron de donaciones de fundaciones y organizaciones internacionales, incluso el trabajo de edición fue hecho en el estudio de grabación Mr. Music, totalmente gratis.

Según el calendario maya cada uno de los 20 nawuales se rigen con 13 energías, que combinados entre sí, hacen un calendario de 260 días, o los nueve meses que tarda un niño en formarse en el vientre de su madre.

“Pájaro Nawual de las tierras Mayas/ visión sagrada sin igual desde el más allá/ Unidad, Libertad, en la tierra del quetzal/ pájaro nawual”, dice la letra de Tz’ikin, que significa pájaro, una de sus canciones.

Juan Martínez, conocido como Dr. Nativo, explica que el disco viene con un calendario especial maya diseñado para quién no sabe nada de los nawuales. Con sólo al colocar su fecha de nacimiento la persona sabrá cuál es su nawual.

“Todos tenemos un nawual y la gente al oír las canciones se identifica con el suyo”, agrega Dionisio.

Los músicos explican que el tz’utujil se acopla bien al ritmo del hip-hop como lo hacen otros idiomas, al igual que las percusiones de los instrumentos de sus ancestros.

“Ellos tenían y usaban el ‘beat’ de los tambores, en sus ceremonias, en sus batallas”, dice Martínez. “También lo hacían otros pueblos como los africanos”.

El grupo se ha presentado en comunidades de Quetzaltenango, San Marcos y San Pedro la Laguna, en Sololá, en las montañas del oeste de Guatemala y en la ciudad capital.

Vestidos con trajes indígenas ceremoniales y con los rostros pintados, cantan sus canciones en medio del fuego y el incienso. Los sonidos del agua correr, de los pájaros cantando y de las flautas y tambores ceremoniales contrastan con los sonidos emanados de sus bocas conocidos como “beatboxing”.

Según el mapa lingüístico de Guatemala, el tz’utujil es el idioma dominante al oeste del país, pero fuera del entorno familiar tiene una fuerte competencia con el español que cada día es más usado en el comercio y la cultura popular.

“Los niños y jóvenes con quienes compartimos a veces empiezan a cantar y lo hacen en español, aunque no hablan muy bien”, explica Dionisio. “Les digo que lo hagan en su idioma (indígena) pues les sale más natural”.

Los músicos piensan ya en su segundo álbum, con el que pretenden explorar las 13 energías que acompañan a los 20 nawuales, como lo establece el calendario maya.

Los músicos viven en todos sus sentidos la cosmovisión maya, realizan ceremonias para pedir permiso y crear su arte que incluye el grafito, la pintura, la escultura y la música. El grupo realizó su última ceremonia en un lugar sagrado en las faldas del volcán San Pedro, en Sololá, ofrendando maíz, alcohol, incienso y flores para dar gracias por el disco.

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